martes, 11 de diciembre de 2012

El Árbol que Llora

¡Yo he sido cauchero, yo soy cauchero! Viví entre fangosos rebalses,
en la soledad de las montañas, con mi cuadrilla de hombres palúdicos,
picando la corteza de unos árboles que tiene sangre blanca, como los dioses.
La Vorágine – José Eustasio Rivera


Existen tres clases de árboles amazónicos de caucho que desde el punto de vista industrial revisten mayor importancia: Hevea brasilensis (la más apreciada), Hevea guianensis y Castilloa Ulei. Sus semillas fueron robadas y llevadas a Asia, lugar donde se trasladaría la industria del látex cuando sucumbió esta producción en la Amazonía.

Los indígenas omaguas llamaban a un árbol heve y a la resina que emanaba cauchu que quiere decir el árbol que llora. Pareciera una premonición con tal significado como lo señala Javier Reverte en su libro El Río de la Desolación. Un viaje por el Amazonas: “El llanto de aquel árbol iba a producir, alrededor de un siglo y medio más tarde del anuncio de Charles Marie de La Condamine, –sabio y geógrafo francés que hablo por primera vez de este árbol en 1745-, millones de lágrimas en los ojos de los indios. Muchas etnias, entre ellas la de los omaguas, - se extinguirían por completo, mientras que otras, como los huitotos, apenas suman hoy unos centenares de individuos”.

Las condiciones infrahumanas que vivieron indígenas amazónicos durante años de vejaciones, tortura y muerte eran tan duras que quizás ni en el África de la esclavitud europea se hubiese vivido en ningún momento. Como dijera el ministro Laborista Edgar Gray cuando conoció el informe de Roger Casement “no es duro decir la verdad; la dificultad consiste en hacer que la crean”.

Sir Roger Casement, diplomático británico de origen irlandés, después de haber sido reconocido con los mayores honores por la corona del país que representaba, renunció a ellos, porque prevaleció su dignidad personal y la de su pueblo de origen, muriendo en la horca por una supuesta traición a la patria que consideró de manera abierta no era digna representar. No se tuvo la consideración popular y su decisión de denunciar fechorías en las que estaban involucrados gobiernos y empresas europeas.

Las coordenadas de la historia se cruzaron en 1912. En julio se publicó el informe que Sir Casement había preparado después de un año de navegar y caminar por la región amazónica, cuando era Cónsul en Manaos, llamado el Libro Azul, luego se publicó una versión más conocida en el mundo hispano como el Libro Rojo del Putumayo. Casement nunca pudo superar el daño psicológico que vivió, pues ni siquiera era comparable su vivencia de 19 años de diplomático en la República Independiente del Congo, donde se desarrolló una estrategia de explotación malsana por parte del Rey Leopoldo II de Bélgica, a quien las potencias occidentales, en la Conferencia de Berlín de 1885, habían dado ese territorio de más de dos millones y medio de kilómetros.

Las condiciones de vida y laborales de los nativos de las selvas amazónicas eran infrahumanas, la empresa Peruvian Amazon Rubber Company, más conocida como la Casa Arana cuyo propietario Julio Cesar Arana, de origen peruano, imponía a su libre albedrío las condiciones que quería, contando con la anuencia de empresarios ingleses quienes habían aportado capital para el proyecto extractivo.

En 1912 se vino a pique la economía del caucho, al parecer las denuncias de Roger surtieron efecto al fin en las consciencias políticas de los empresarios ingleses, pero también pudo deberse a que el crecimiento de las plantaciones en Asia de este producto, donde los propios ingleses habían llevado las mejores semillas robadas de las sepas amazónicas ya eran más apropiadas para su economía.

Y para acabar de redondear, en agosto de 1912, sucumbía el proyecto de creación del Ferrocarril Madeira-Mamoré, una salida para Bolivia hacia el Atlántico que cofinanciaba Brasil. El saldo fue atroz, 1552 hombres fallecidos en el hospital, durante los seis años anteriores de este último proyecto ferroviario. Aunque algunos cifran las muertes en más de seis mil personas, quizás por ello un nombre dado a esa vía resume bien lo que significo: El Ferrocarril del Diablo.

La Amazonía ha sobrevivido a titánicos proyectos humanos, porque los ha devorado como en el mito de Yurupary, tragándoselos por el culo y vomitándolos lejos de allí. Porque en ella habitan fuerzas naturales y espirituales que la protegen mediante sus bosques y ríos o también, porque es resguardada por pequeños insectos que inoculan el Plasmodiun falciparum, que produce la clase de malaria más mortífera o porque comunidades indígenas casi extinguidas en épocas de la explotación del caucho, como la huitota, se han empeñados en mantener sus modos de vida sostenibles.

El presente siglo, nuevamente, ha traído una nueva oleada de extracción, minera  esta vez. Se esta ad portas de vivir un nuevo capítulo de la barbarie humana, quizás el más feroz asalto hacia la Amazonía. Esto es debido a que la tecnología con la que cuenta las multinacionales para realizar la extracción de sus riquezas es sencillamente efectiva y letal, además, porque tienen la laxitud de las leyes creadas a su medida, así que no habrá libros azul o rojo que vayan a detener su actuación mediante la denuncia.

Hay que tener presente, la Amazonía, nunca ha estado en el olvido, como muchos parroquianos consideran.  Este territorio, siempre ha estado en reserva, pero hoy se abren las puertas al mejor postor que deje más réditos a quienes gobiernan.

Si no se actúa con un compromiso regional sostenible, de manera inteligente y efectiva, articulado entre el ser humano y la naturaleza, podremos seguir el fin de los indígenas omaguas; quienes con el significado dado al caucho: El Árbol que Llora, hicieron una clara premonición del dolor que produce la muerte y la desolación de la violencia contra los nativos y la madre tierra en la región amazónica.

La Palabra en la Universidad

Entre todos cambiaremos la historia de Colombia,
palabra que sí
Carlos Pizarro León-Gómez

La palabra debe ser el mediador de todo conflicto. La capacidad de liderazgo se evidencia en el uso de la palabra, su buen uso. No acudir a ella denota falta de competencia discursiva y eso es grave en una democracia y más aún en un claustro universitario.

Quienes hemos vivido en Colombia, momentos de alegría por el triunfo de nacionales en deportes o en las ciencias, hemos sentido el orgullo de la matria-patria; pero también, cuando vivimos momento aciagos por el ruido de las balas que han segado la vida de miles de personas, hemos sentido el dolor hasta en los huesos.

Recuerdo a Carlos Pizarro León-Gómez, quien empuño las armas contra un sistema que no correspondía a la democracia que se pregona desde el centro de Colombia y se replica en la provincia, sin embargo, después de muchos años de lucha armada, de ver caer muertos a cientos de compañeros por soñar un país donde se viviera con dignidad, donde la vida no se asesinará en primavera, decidió recurrir a las vías pacíficas, porque avizoró que la lucha se podría pervertir por los caminos de la economía ilegal y porque vio una luz en la política para proyectar los ideales del M-19. El día que Pizarro envolvió su pistola en la bandera de Colombia, honró su compromiso con la paz y la democracia, ese día nació una esperanza democrática que todavía sigue viva.

El lema de la campaña presidencial que emprendió entonces Pizarro, se llamó “Palabra que sí”, con ello ennoblecía su compromiso de paz, pero a su vez era un llamado a que la lucha de allí en adelante sería a través de la persuasión, teniendo claro que el sistema colombiano necesitaba una revolución en todos los campos de la vida.

Todo esto lo traigo a colación porque la Universidad de la Amazonía, esta perdiendo su lucha académica y la pierde por ausencia de la palabra que se debe empeñar en el compromiso con la autonomía universitaria, la calidad académica y la proyección regional.

Los ideales no se pueden perder porque se enquisten posiciones personales o grupales, basados en intereses mezquinos, que no permiten adelantar procesos que fortalezcan a la universidad en su calidad académica que la articulen con la región, el país y el mundo. Los cambios que a diario se dan en diferentes puntos de la aldea global nos afectan a todos, es por ello que la universidad en este caso la de la Amazonía debe encaminar acciones y procesos que ayuden a pensar esos retos, amenazas y oportunidades que se tienen al frente. De lo contrario se esta siendo cómplice de que la vida se acabe en primavera, porque no se niega solamente con las balas, también con la indiferencia y la sordera.

Permítanme contarles una breve historia, el 3 de diciembre pasado, me reuní con la comunidad indígena Embera-Chamí de Las Malvinas, manifestaban su preocupación por el surgimiento de nuevos conflictos después de desarrollar un proyecto que incorporaba temas de tierra, etnoeducación y artesanías. Les manifesté mi alegría, porque encontraba una comunidad viva, en transformación por el surgimiento de liderazgos de jóvenes, especialmente de mujeres. Ahora bien uno de los aspectos fundamentales del conflicto, les decía, es la forma de abordarlo, por los caminos de la agresión y negación del otro o por las vías pacíficas y creativas. Por ello, cuando se acaben todos los argumentos, se llegue al borde del abismo, se este desfalleciendo y se bloquee toda posibilidad de salida, justo en ese instante, hay que volver a la palabra para reconocernos como humanos civilizados y seguir dialogando para encontrar las salidas en la polifonía de voces y pensamientos.

Los espacios sociales y más la universidad es una pipeta de laboratorio en ebullición, porque existe la libertad de cátedra y autonomía universitaria para debatir mediante la palabra los argumentos que abran espacios democráticos con proyección social. La comunidad universitaria de la Universidad de la Amazonía, tiene un compromiso regional con toda su ciudadanía y su entorno natural, las posiciones radicales de fuerza no ayudan en nada a trascender positivamente los problemas que se asomen a su ventana. Por lo tanto, su compromiso y su obligación con el desarrollo humano sostenible y digno, debe ser la guía que prevalezca, así como lo hizo Pizarro con la democracia y la paz  refrendado por su lema “Palabra que sí”.

jueves, 6 de diciembre de 2012

Centro de Memoria de Bogotá

Junto al antiguo Cementerio Central de Bogotá se ha inaugurado hoy 6 de diciembre el Centro de Memoria. El proceso de construcción material y espiritual duro tres años, se recogieron testimonios de víctimas para tener un producto colectivo y también testimonios materiales para visualizar hechos de violencia.

 
Un lugar de la memoria contribuye a hacer inmortal los hechos de barbarie ocurridos en un contexto y en un momento determinado, con el fin de proyectar la vida desde el recuerdo, la verdad, teniendo en el horizonte la reconciliación.
 
Hoy fue un día de fraternidad el encontrar a muchas personas que desde diferentes procesos civiles e institucionales han venido insistiendo que Colombia necesita un proceso de paz abierto, incluyente y democrático que ayude a consolidar los caminos para construir la convivencia pacífica con justicia social.