Afirmación categórica que pocas horas después el Presidente Juan Manuel Santos tuvo que reconocer que se equivocó, porque la realidad era otra y no se podía ocultar sus alcances.
Las organizaciones sociales lo expresaron por todos
los medios y en todas partes antes de firmarse el Tratado de Libre Comercio
(TLC), primero con EEUU y luego con la Unión Europea, que éste iba a ser el
acabose del campo. Sólo han hecho falta algunos meses para constatar que era
cierto, que la gente que alimenta este país no puede sobrevivir con la asfixia
que le imponen los aranceles de toda clase, la competición con países
tecnificados y que subsidian su producción agrícola.
Esto no es nuevo, sucedió en la presidencia de
Cesar Gaviria, por cierto el cobro histórico ha sido elegir a su hijo en el
parlamento colombiano. En los albores de la década del /90 implementó con toda
la crudeza el neoliberalismo, supuestamente mediante éste se regularían los
productos en el marco del libre mercado. Es bien conocido por todos que eso no
es cierto, porque dos décadas después “campesinos” de países como EEUU y Europa
siguen recibiendo subsidios a su producción, con lo cual el campesino
colombiano no tiene ni la más remota posibilidad de competir. Hecho que ha
llevado en poco más de tres décadas a que se pase del 70% al 30% la población
colombiana que vive en el sector rural.
En el entretanto se inició la feria que se crea con
la liquidación de empresas públicas, porque en un libre mercado ya “no son necesarias”.
Encabezaron la lista el Incora, el Idema, la Caja Agraria. Sin que dichas
empresas fueran el gran respaldo al campo por la corrupción campante de sus
directivas, en algo paliaban las necesidades del sector agrario.
Hace unos meses se anunció, si no hay cambios en la
política impuesta, producto de los TLC, habrá Paro Nacional Agrario. La respuesta
del Gobierno de Santos fue que éstos eran acuerdos bilaterales y no se podían
cambiar, por lo tanto la desatención continúo.
Las “caceroladas” de solidaridad de población
citadina hacia la campesina no se hizo esperar, empezaron en Tunja y
progresivamente se han ido extendiendo a lo largo de los días a varias ciudades
del país, porque es claro que el campesino es importante para un territorio,
sin embargo no lo considera así el Gobierno colombiano.
Una semana después de iniciado el Paro, no tuvo
mejor idea Santos que decir que el tal
paro nacional agrario no existe, luego en la escalada del paro, manifestó
que se saldría de la tormenta, lo que no dijo es a que costo y al final,
después de un día pasado por fuertes tensiones y enfrentamientos, algunos
desbordados y con víctimas mortales, expresó que ordenaba a la fuerza pública
que despejaran las vías del país a como diera lugar. Ante lo cual, la
dirigencia campesina tomo una posición pacífica y de diálogo, la bola sigue en
el tejado del Gobierno.
El jueves en una manifestación de solidaridad
liderada por estudiantes de la universidad pública en la ciudad de Ibagué, un
campesino con el rostro angustiado decía: “Son
pocas las opciones que tenemos. Dejarnos morir de hambre, salir a protestar o
empuñar un arma”. Es claro que se está perdiendo la esperanza y cuando eso
pasa, cualquier cosa puede suceder. La historia colombiana está llena de
experiencias de confrontación para poder obtener algo por parte de la gente más
pobre, así que el Gobierno de Santos tiene la tarea de ofrecer soluciones
reales a sectores fundamentales como el que garantiza la seguridad alimentaria,
hay que recordar que un país sin ella, es un país dependiente y sin capacidad
para desarrollarse de forma sostenible.
En este momento Washington está pensando en Siria,
como atacar, quizás por ello no ha tenido tiempo para instruir a la elite
colombiana para indicar que es lo que debe hacer, mientras tanto se dan bandazo
por parte del Gobierno colombiano, las declaraciones desde el presidente hacia
abajo han ido tomando un carácter desafiante, desesperanzador, confuso,
amenazante y poco propositivo. Evidencia de ello es que Santos entre el jueves
y viernes pasado, en menos de 24 horas tuvo que realizar dos interlocuciones
para aclarar sus intervenciones anteriores y decir entre otras cosas, que sí
hay paro, que se respeta la protesta pacífica y que se tiene la disposición a
negociar, aunque a renglón seguido ordeno a 50.000 efectivos de la fuerza
pública salir a represaliar las protestas en todo el país.
En Colombia a toda la población le recorre el
tejido construido desde el campo. Es un país de agrodescendientes, sin embargo,
la mayoría de sus gentes desconocen o reniegan
de este pasado-presente y no quieren entender que sin ese flujo sanguíneo no se
puede vivir.