domingo, 1 de septiembre de 2013

Colombia: País de agrodescendientes

No existe el tal para agrario.

Afirmación categórica que pocas horas después el Presidente Juan Manuel Santos tuvo que reconocer que se equivocó, porque la realidad era otra y no se podía ocultar sus alcances.

Las organizaciones sociales lo expresaron por todos los medios y en todas partes antes de firmarse el Tratado de Libre Comercio (TLC), primero con EEUU y luego con la Unión Europea, que éste iba a ser el acabose del campo. Sólo han hecho falta algunos meses para constatar que era cierto, que la gente que alimenta este país no puede sobrevivir con la asfixia que le imponen los aranceles de toda clase, la competición con países tecnificados y que subsidian su producción agrícola.

Esto no es nuevo, sucedió en la presidencia de Cesar Gaviria, por cierto el cobro histórico ha sido elegir a su hijo en el parlamento colombiano. En los albores de la década del /90 implementó con toda la crudeza el neoliberalismo, supuestamente mediante éste se regularían los productos en el marco del libre mercado. Es bien conocido por todos que eso no es cierto, porque dos décadas después “campesinos” de países como EEUU y Europa siguen recibiendo subsidios a su producción, con lo cual el campesino colombiano no tiene ni la más remota posibilidad de competir. Hecho que ha llevado en poco más de tres décadas a que se pase del 70% al 30% la población colombiana que vive en el sector rural.

En el entretanto se inició la feria que se crea con la liquidación de empresas públicas, porque en un libre mercado ya “no son necesarias”. Encabezaron la lista el Incora, el Idema, la Caja Agraria. Sin que dichas empresas fueran el gran respaldo al campo por la corrupción campante de sus directivas, en algo paliaban las necesidades del sector agrario.

Hace unos meses se anunció, si no hay cambios en la política impuesta, producto de los TLC, habrá Paro Nacional Agrario. La respuesta del Gobierno de Santos fue que éstos eran acuerdos bilaterales y no se podían cambiar, por lo tanto la desatención continúo.

Las “caceroladas” de solidaridad de población citadina hacia la campesina no se hizo esperar, empezaron en Tunja y progresivamente se han ido extendiendo a lo largo de los días a varias ciudades del país, porque es claro que el campesino es importante para un territorio, sin embargo no lo considera así el Gobierno colombiano.

Una semana después de iniciado el Paro, no tuvo mejor idea Santos que decir que el tal paro nacional agrario no existe, luego en la escalada del paro, manifestó que se saldría de la tormenta, lo que no dijo es a que costo y al final, después de un día pasado por fuertes tensiones y enfrentamientos, algunos desbordados y con víctimas mortales, expresó que ordenaba a la fuerza pública que despejaran las vías del país a como diera lugar. Ante lo cual, la dirigencia campesina tomo una posición pacífica y de diálogo, la bola sigue en el tejado del Gobierno.

El jueves en una manifestación de solidaridad liderada por estudiantes de la universidad pública en la ciudad de Ibagué, un campesino con el rostro angustiado decía: “Son pocas las opciones que tenemos. Dejarnos morir de hambre, salir a protestar o empuñar un arma”. Es claro que se está perdiendo la esperanza y cuando eso pasa, cualquier cosa puede suceder. La historia colombiana está llena de experiencias de confrontación para poder obtener algo por parte de la gente más pobre, así que el Gobierno de Santos tiene la tarea de ofrecer soluciones reales a sectores fundamentales como el que garantiza la seguridad alimentaria, hay que recordar que un país sin ella, es un país dependiente y sin capacidad para desarrollarse de forma sostenible.

En este momento Washington está pensando en Siria, como atacar, quizás por ello no ha tenido tiempo para instruir a la elite colombiana para indicar que es lo que debe hacer, mientras tanto se dan bandazo por parte del Gobierno colombiano, las declaraciones desde el presidente hacia abajo han ido tomando un carácter desafiante, desesperanzador, confuso, amenazante y poco propositivo. Evidencia de ello es que Santos entre el jueves y viernes pasado, en menos de 24 horas tuvo que realizar dos interlocuciones para aclarar sus intervenciones anteriores y decir entre otras cosas, que sí hay paro, que se respeta la protesta pacífica y que se tiene la disposición a negociar, aunque a renglón seguido ordeno a 50.000 efectivos de la fuerza pública salir a represaliar las protestas en todo el país.

En Colombia a toda la población le recorre el tejido construido desde el campo. Es un país de agrodescendientes, sin embargo, la mayoría de sus gentes  desconocen o reniegan de este pasado-presente y no quieren entender que sin ese flujo sanguíneo no se puede vivir.