jueves, 24 de septiembre de 2015

Miradas intrigantes


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Corrí a un centro comercial ubicado en una plaza principal de Praga para entrar al orinal, rápidamente después de buscar a vuelo de pájaro el sitio donde estaba el baño, sin tener suerte, pregunté a un vigilante dónde quedaba, este con sorna de perro viejo me señalo con su índice de la mano derecha: allá.

Y allá fui corriendo y simultáneamente abriéndome la bragueta para no perder tiempo e iniciar el desarrollo de mi propósito.

Al entrar al cuarto de orinales por ir agachado adelantando el trabajo, me estrelle contra un tipo de aspecto asiático, un poco fuera de la media que conozco, alto y corpulento. ¡Excuse me! Y seguí directo a un orinal que había visto libre. Pero ¡Oh sorpresa! A la altura de la mirada que iba levantando, me encontré con unos pies femeninos, seguí subiendo mi mirada y me fui encontrando con una figura a tamaño real que me “observaba” con una sonrisa y una cámara de fotos a punto de disparar. Me llamo la atención y detuve mi acción, esa amenaza inminente me llevo a levantar la mirada totalmente para ver alrededor.

Gire mi cabeza y fui encontrando otras imágenes de mujeres a tamaño real, con un espray en su mano, con una linterna, tapándose la nariz, con un metro, todas con la misma mirada de gesto burlón, lastimero y con cierto desprecio.

Después de un esfuerzo para abstraerme de esas miradas que me cortaron momentáneamente mí acción, pude iniciar por fin mí acción. Una vez terminada salí corriendo a tomar el bus que me llevaría a Berlín.

Un viaje cómodo, rodeado por bellos paisajes en esa parte fronteriza entre la República Checa y Alemania, el cual estaba arropado por un brillante sol primaveral.

La única parada que hizo después de un par de horas de viaje fue en Dresden, ciudad bombardeada innecesariamente, está mucho más, porque ya estaba previsto el fin de la Segunda Guerra Mundial y dos meses antes de la firma, parece ser que no había sido suficiente el ejercicio de barbarie de los aliados y la bombardearon.

El bus continúo su camino entre las calles de Dresden. Desde mi amplia ventana alcanzaba a observar algunas bellas edificaciones a la orilla de un río, cuando de pronto en un trancón veo muy cerca de mi ventana un bus verde con doble cabina, el cual tenía un vagón con una angosta tira-ventana, de no más de quince centímetros de ancha. ¡Oh sorpresa! Era un auto que transportaba presos. Tenía una cabina para el conductor y otra para los guardias, y en el vagón cada preso iba en su propia pequeña celda andante.

Me quede mirando fijamente el bus, modelo que nunca había visto y de pronto por esas tira-ventana me encuentro con una mirada, luego con otra y otra, eran los presos que seguramente los llevaban a alguna diligencia judicial o médica o que los cambiaban de sitio de reclusión.

Uno fumaba, otro trataba de tragarse el mundo con su mirada habida de beber libertad, otro miraba con rabia por encontrarse allí, otro con una sonrisa socarrona, en fin, fueron tantas miradas en tan poco tiempo que es difícil de recordarlas a todas.

Lo que si recuerdo, es que llegó un momento que para mí era casi imposible sostener mi mirada directamente a sus ojos, ya que expresaban tantas cosas, comprensible por su situación. Seguimos viajando por unos minutos de manera paralela y ya con mi mirada asfixiada, empecé a buscar refugiarla en otros ojos de alrededor sin tener fortuna.

Por fin después de unos segundos eternos de buscar encontré un paisaje con un bello lago donde algunas personas hacían una siesta, otras dialogaban, otras jugaban. Aquellas miradas en libertad andaban pérdidas viendo todo y nada.

¡Fue la forma de liberarme de las miradas intrigantes de aquel día!