El 23 de septiembre en las
sabanas del Yarí – Caquetá, la Conferencia Nacional Guerrillera de las FARC-EP
refrendó de forma unánime el pacto alcanzado por su Delegación de Paz con los
negociadores del gobierno colombiano en Cuba.
Hoy 26 de septiembre, en
Cartagena de Indias, han firmado, el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos
y el Comandante de las FARC-EP, Timochenko, los Acuerdos de Paz de La Habana.
La guerra, cuya
finalización se rubrico hoy, ha dejado tanta muerte, tanta desolación y tantos odios
que tardaremos al menos igual tiempo para recuperarnos de ese desastre
nacional. Si algo nos ha enseñado esta violencia es que debemos trabajar para
que nunca se repita, para que no se vuelva a ese pasado por más diferencias que
se tengan, para evitar, por vías democráticas, el levantamiento de nuevos
grupos humanos para exigir una vida y un lugar legítimo bajo el sol.
El pasado 23 de septiembre,
se veía en las caras de la guerrillerada la alegría por el final de la guerra.
Quizás por la zozobra, por el cansancio,
por ver que se pasaba de la desesperación a la esperanza de una vida digna en
la cual podrían buscar hacer sus sueños realidad. Hoy, 26 de septiembre, las
caras de la mayoría de la población colombiana presentaba un rostro amable para
saludar a aquellos que regresan al seno de la sociedad para que todos juntos
avancemos en forma pacífica, a la conquista del porvenir.
La guerra que termina tiene
más ganadores que vencedores y vencidos; también tiene víctimas que conocerán
la verdad y serán reparadas. La guerra nos dejó enseñanzas y aprendizajes que
no podemos omitir para construir un país donde los niños y niñas puedan crecer
con opciones de futuro.
Con su habitual franqueza,
hace 20 años, Fidel Castro le dijo al
presidente Ernesto Samper Pizano: “en Colombia tienen un problema de ineptitud
en el conflicto armado, porque el gobierno no es capaz de derrotar a la
guerrilla y ésta no es capaz de hacer lo que nosotros hicimos en Cuba, tomarnos
el poder. Así que lo mejor es que negocien.”
Sus palabras señalaron el
camino. Mucho se perdió durante el período de guerra, ahora tenemos que
trabajar unidos para evitar el retorno a la violencia, para recomponer tejidos
sociales rotos, para que las víctimas rehagan sus vidas.
Los adultos tenemos la
responsabilidad de ser fiel a las palabras que decimos, que este mundo nos lo
han prestado nuestros hijos e hijas. En esa dirección propiciar las condiciones
para que sea realidad ese postulado, es decir, evitar el crecimiento de odios, no
acabar los recursos naturales y posibilitar que todos y todas tengamos acceso
con equidad a los bienes que genera la sociedad.
Colombia emprende hoy el
camino histórico de vivir con una guerra
menos, y no es cualquier guerra, es una que ha dejado en el camino millones
de familias destrozadas, campos desolados, confianzas rotas, infraestructura
dañada. Es por ello que todo el pueblo colombiano debe iniciar sin pérdida de
tiempo su reconstrucción, para que las nuevas generaciones reciban un país con una paz mayor, donde no se niegue el
existir del otro por más diferencias que se tengan y se posibilite por vías
democráticas, la construcción de una paz perdurable, la dignificación de la
vida humana en este hermoso país llamado Colombia.
¡Venga esa mano hermano y
celebremos la vida en paz!