miércoles, 5 de octubre de 2022

Coreguaje / Korebajú “hablamos para sanar”

El Pueblo Korebaju suele decir que habla para sanar, porque sabe que dotando de sentido la experiencia a través de la palabra, puede sacar del cuerpo y de la mente la experiencia vivida y lanzarla hacia fuera, hacia los otros y hacia el mundo y hacer manejable las adversidades y, además, proyectar el sentido hacia un horizonte de expectativas del tamaño de sus esperanzas.

La guerra ha dejado miles de hechos luctuosos, realizados por distintos actores armados, en la sociedad colombiana. Las cicatrices dejadas en los cuerpos de las personas y de la sociedad son muy profundas, especialmente las dejadas en los pueblos étnicos invisibilizados y abandonados a sus propias fuerzas, en medio de la indiferencia de la sociedad nacional mestiza y la voracidad de un aparato estatal absorto en la corruptela y la manipulación de la información y del poder.

En este escenario, la reparación material y, sobre todo, la espiritual, requerirá mucho tiempo para alcanzar un punto de equilibrio, que ponga a los pueblos ancestrales en el lugar que les corresponde en el concierto de la sociedad colombiana. Por tanto, es importante contribuir a reconocer hechos históricos, como el sucedido el 5 de octubre del 2021 en Florencia - Caquetá. Ese día, las FARC-EP, en cabeza del comandante del antiguo Bloque Sur, Joaquín Gómez, junto a otras personas que lo integraron -Fabián Ramírez, Omaira Rojas y Rodolfo González-, hicieron un Reconocimiento público por las afectaciones causadas al pueblo Korebaju, y pidieron perdón. 

En el acto llamó la atención, que quienes asumieron la responsabilidad por parte de las FARC-EP ante el pueblo Korebaju, ante la sociedad caqueteña, colombiana y la comunidad internacional, luego de profundas reflexiones sobre los hechos de violencia que infligieron, aceptaron que, si bien no tenían como meta exterminar al pueblo Korebaju, al someterles, acabar con sus formas organizativas y su gobierno propio; llevaron a la comunidad a una situación de exterminio.

Solo la incomprensión de las diferencias entre pueblos y culturas podía haber llevado la barbarie hasta estos límites, porque, según lo expuesto, el Plan de Vida autónomo del pueblo Korebaju, para caminar por sus propios derroteros de cultura, cosmogonía y territorios -una aspiración que en la cultura nacional mestiza catalogamos de democrática- iba en contravía del proyecto político-militar de las FARC-EP. El Plan de Vida Korebaju se convirtió en una forma de resistencia pacífica que le costó la vida, aproximadamente, al 2.5% del censo poblacional de la comunidad.

En el proceso de Reconocimiento, durante los encuentros previos -virtual y presencial- hubo mucha tensión; sin embargo, prevaleció, por ambas partes, el respeto por la integridad del otro. La petición de perdón por parte del grupo de representantes la antiguo Bloque Sur, fue un acto que generó tranquilidad y confianza en el pueblo Korebaju, pues el giro ético que se evidenció por parte de quienes estuvieron en la guerra, al reconocer las agresiones efectuadas y pedir perdón a sus víctimas, violentadas en su cuerpo y en su dignidad, selló un compromiso público para nunca volver a las armas.

El pueblo Korebaju llegó en grupo al Reconocimiento, con vestimentas y utensilios de su cotidianidad. Una de las mujeres del grupo se subió a la tarima para seguir tejiendo una mochila, luego convocó a todas las personas presentes en ese escenario, a realizar su puntada, con el fin de crear un tejido fuerte, colectivo, de amistad y de respeto por la sangre hermana que corre por los cuerpos de las colombianas y colombianos, como las venas generosas de los ríos que recorren el cuerpo de la Amazonia, para asegurar la continuidad de la vida, no solo en esta parte parte, sino en la totalidad del planeta.

El llamado más profundo es evitar nuevas afrentas a la dignidad humana, para que no se generen más víctimas. Los costos en el proyecto de la vida y en particular en el proyecto humano están a la vista. Cada una de esas acciones violentas van dejando sus marcas en el cuerpo físico, en el espiritual y en la cosmogonía de las comunidades. Por eso, el giro ético no debe ser solamente por parte de quienes actuaron con las armas y de aquellas personas que persisten en ellas; debe ser también, por parte de toda la sociedad, para proteger la vida, la fraternidad y el respeto integro de todas las culturas. En últimas, porque lo que sucedió se gestó y se movilizó desde las entrañas mismas de la sociedad colombiana, a la que se le impuso un proyecto de cultura eugenésica y racista que ve los daños a los pueblos ancestrales como cosas menores.

Los pueblos indígenas en el territorio han sido los mejores aliados de la vida. La invitación es a recordar, reflexionar, actuar y significar, teniendo como referencia el fraternal mensaje que trajo el 5 de octubre del año pasado el pueblo Korebaju en el Reconocimiento, para abrir caminos a la reconciliación: los hijos e hijas de las tierra hablamos para sanar.