sábado, 10 de febrero de 2024

Omnicio público

El omnicidio se refiere al asesinato total de un pueblo: sus modos de producción para la vida, su cultura, su educación, sus relaciones; en definitiva, su existencia. Se trata de borrar del mapamundi todo vestigio de su huella humana, tal como está sucediendo en Palestina, acabando con vidas de niñas, niños, mujeres, hombres, sus construcciones arquitectónicas, sus cultivos, su ambiente, sus creencias, sus paisajes, de tal manera que no quede ni el sonido del canto de las aves que habitan esos entornos naturales para que no se recuerde que allí hubo gente que quería ser y estar.

El omnicidio es una práctica histórica usada por bárbaros en todos los continentes contra distintos pueblos, en ocasiones de manera abierta y en otras, de forma velada, como el que viven actualmente muchas comunidades indígenas.

A quien denuncia el salvajismo que cometen los poderosos contra gente civil indefensa, se le acusa de ponerse del lado de quienes también usan violencias exacerbadas para defender sus derechos o aspiraciones. Se olvidan que todo pueblo tiene derecho a existir. No hay narrativa válida para quienes ostentan el poder económico y militar de apropiarse la decisión de determinar quién vive y cómo.    

Todo indica que el pueblo indefenso de Palestina está siendo el experimento del primer omnicidio público del Siglo XXI, causado por gobiernos que plantean discursos “democráticos” basados en los Derechos Humanos, pero que sus prácticas deshumanizadas y tendenciosas dejan ver otra cosa. Acabar con todo lo que sea vida y proporcione la vida es lo que se está viviendo en directo en Gaza. Generar terror para que no se opongan a las pretensiones del poder económico-militar, porque será borrado de la faz de la tierra

Hay quienes quieren mantener jardines idílicos de épocas de la colonia como el Alto delegado de la Unión para asuntos exteriores y política de seguridad, Josep Borell, construidos con la sangre y riqueza de gente de otros territorios. Banalizando el daño a la humanidad y perdiendo el horizonte ético frente a la vida. Las campanas doblan hoy en diferentes puntos del planeta -Palestina y Ucrania, entre otros-. Asistimos a la puesta en escena de toda la maquinaria mediática y de muerte. Parece imparable una guerra global llevada de cabestro por las potencias mundiales que creen que las cenizas no llegarán a sus jardines para recordarles que fueron ellas las que prendieron y atizaron el fuego. Las armas creadas por las fabricas de muerte del norte, son probadas en otros territorios sin el más mínimo rubor. Mientras tanto, buena parte del mundo político, empresarial y mediático de ese norte, está silenciado por sus propios intereses y no actúa; por el contrario, permiten que se extermine “ejemplarmente” a un pueblo.

Las comunicaciones del mundo digital, a través de las redes sociales, dejan ver por distintas ventanas virtuales el horror de las acciones violentas que se viven en el territorio de Palestina, el propósito es inocular terror. Aquí se hace lo que nosotros decimos y punto. Ya no hay lugar seguro para proteger los Derechos Humanos. 

Para las potencias mundiales el primer omnicidio público de este siglo les resulta económicamente rentable. Y, ponen en entre dicho la sensibilidad humana que rechaza la barbarie. 

¡Sobran guerreros y faltan humanistas!