Libres son quienes crean, no quienes copian, y libres son quienes piensan,no quienes obedecen. Enseñar es enseñar a dudar.Eduardo Galeano
Los saltos cualitativos, en países como Colombia, son robustos si se atienden con especial atención las demandas de educación y la cultura de y en sus territorios.
En el país, durante mucho tiempo, se ha prestado alta atención a tecnificar sus instrumentos represivos y baja a los procesos que ayuden a armonizar la convivencia entre los seres humanos y de éstos con la naturaleza. Las prácticas castrenses por las tensiones mundiales, creadas especialmente desde la Guerra Fría, profundizaron la inversión en seguridad militar en las naciones, con un claro fin economicista. Actitud aprovechada en Colombia para ir de manera gradual incrementando el presupuesto asignado y para las ganancias de una élite política y económica corrupta.
Hoy la ecuación empieza a cambiarse. Es claro que se requiere una educación de calidad, que permita una formación crítica para el trabajo, que no afecte al medioambiente y que genere igualdad y respeto entre sus habitantes a través de la cultura de paz.
El ministro de educación, Daniel Rojas Medellín, ha manifestado la necesidad de incrementar los campus universitarios en los lugares más apartados de la geografía colombiana; loable propósito, porque históricamente no han sido vistos como parte de la nación, más allá que como despensas de materias primas, teatros de guerra y para la ampliación de latifundios de manera fraudulenta.
Efectivamente, allá hay que ir, a los territorios, con una universidad pública de calidad. La infraestructura es una base fundamental, siendo necesario también pensar los contenidos que sean acordes a las circunstancias del lugar; para ello hay que contar con profesorado altamente cualificado y que comprenda sus realidades. Las universidades que están en los territorios deben asumir el papel que les corresponde. Desafortunadamente, las directivas históricamente no han estado a la altura de los retos territoriales; un ejemplo es la Universidad de la Amazonia, que, teniendo una responsabilidad territorial -aproximadamente el 42% del territorio nacional-, escasamente llega al departamento del Caquetá y, con algunos programas sin mayor impacto a otros departamentos de la Amazonia.
La dirigencia y la base social del territorio amazónico debe aunar esfuerzos en los seis departamentos -Amazonas, Caquetá, Guainía, Guaviare, Putumayo y Vaupés-, con el fin de plantear al Gobierno Nacional la necesidad de ser vistos y atendidos como un territorio diverso e imprescindible para sostener el proyecto de la vida y exigir a la Universidad de la Amazonia que esté a la altura de la historia, sin la retórica academicista que repite los modelos coloniales de academia, ciencia, conocimiento e investigación.
Los actores universitarios, si comprenden los territorios e interpretan acertadamente sus necesidades, crearán los caminos adecuados que atiendan los retos que tiene la gente que los habita y sus entornos. La Universidad de la Amazonía es la institución de educación superior que tiene el más amplio territorio por cubrir en el país; por tanto, sus directivas deben saber entender esa circunstancia que, a su vez, es una buena oportunidad para ser protagonista regional, nacional e internacional ante la crisis climática.
Las comunidades -indígenas, campesinas y afros- agradecerán encontrar una universidad que comprenda el territorio, siendo necesario tener coherencia, valentía y transparencia en el marco de los ejes misionales -docencia, investigación y extensión-. Es imprescindible avanzar juntos: sector público, privado y comunidades, para fortalecer los cimientos educativos que impulsen los conocimientos territoriales para el cambio que requiere la región.
Quizás, como se dice popularmente, el bosque no deja ver la llanura amazónica; ahora no se trata de cortarlo, sino de saber convivir con él y aprender a mirar. Así como en Occidente se suben a las atalayas, en la Amazonia las comunidades indígenas se acurrucan para ver más lejos entre los troncos de los frondosos árboles. Una combinación de las formas de mirar, de seguro, ayudará a enrumbar otro territorio posible para trabajar por el cambio hacia una vida digna.
El Gobierno Nacional tiene la voluntad, falta la propuesta coherente y democrática. La Universidad de la Amazonía debe ser el faro de la universidad pública territorial para toda la región. De lo contrario, mantendrá su deuda histórica con el medioambiente, con su gente y en general con la humanidad.