lunes, 19 de octubre de 2015

Florencia, la anticiudad



Las cosas se cuentan solas, solo hay que saber mirar.
Fragmento de la canción Coplas de mi País de Piero

Florencia no tiene POT, Plan de Ordenamiento Territorial, sino PDT, Plan de Desordenamiento Territorial. La lógica es simple, esto permite estar en un eterno proceso de estudios, diagnósticos y obras que le son más rentables a las arcas de los pasajeros administradores o administradoras y contratistas.

La evidencia constata lo aquí enunciado.

Una ciudad que no tiene vías que permitan a sus ciudadanos y ciudadanas movilizarse con la agilidad y  seguridad en un sitio donde se tiene “toda la tierra del mundo”, es porque la visión de la mayor parte de quienes han sido sus administradores y administradoras solamente llegan hasta los bancos donde están las cuentas de los dineros públicos.

No hay una sola calle peatonal que permita a sus gentes cruzarse con tranquilidad, tienen que estar corriéndole a los automotores que nunca cesan su arremetida, porque entre otras cosas los obsoletos semáforos no están diseñados para dar paso al peatón con el respeto que se merece.  

No hay una sola vía adecuada para bicicletas, lo cual permitiría una mejor salud para muchos de sus ciudadanos y ciudadanas, menos contaminación, mayor amabilidad con la ciudad y algo consecuente con el eslogan de la Puerta de Oro de la Amazonía colombiana.

Una ciudad que derriba su poco patrimonio arquitectónico para elevar edificios inseguros y feos como el de la Alcaldía y el de la Asociación Jorge Eliecer Gaitán, es porque quienes han estado en las administraciones no tienen una mínima visión estética, no se precian y menos aprecian a quienes dicen representar.

La plaza de mercado La Concordia, debería ser como popularmente se le ha llamado “la galería”, un espacio donde se conjugue la venta de productos alimenticios a través de sus dueños tradicionales, con las condiciones de salubridad adecuada, pero además con estética y que sea ofrecido como un lugar donde se disfrute el arte, que sea también una galería.

Una ciudad que construye puentes como el Doroteo de Pupiales y el que conecta la Bocana con el Juan XXIII para desembotellar la ciudad, es porque sus administradores y administradoras no conocen donde viven o no tienen idea de movilidad o simplemente hay una intencionalidad clara de ganarse unos dineros de forma inapropiada, pues estos puentes conectan el centro con barrios laberintos, como el Juan XXIII.

Es así como los grandes trancones son cada vez más el pan de cada día, por lo tanto es necesario, de forma urgente pensar qué hacer y diseñar estrategias de movilidad que proyecten a Florencia a cien años. Por ejemplo cambiar horarios de trabajos de las empresas oficiales, podría ayudar un poco.

Una ciudad que siempre ha tenido problemas de agua, cuando esta surcada por generosas afluentes, es porque no se ha previsto la importancia de tener el preciado líquido de forma potable y permanente como corresponde. Sumado a ello, ha permitido la privatización al acceso a sus riberas, obstaculizando cada vez más, una de las pocas tradiciones de sus habitantes como es el baño en los ríos y los paseos de manera gratuita.

Una ciudad que no tiene espacios públicos adecuados, como parques para el esparcimiento de las diferentes generaciones, donde se pueda hacer deporte, recreación y ocio con la seguridad que corresponde cada actividad. Es porque sus administradores no entienden la transcendencia del encuentro humano para el futuro de un pueblo, para la democracia, aunque algunos creen, equivocadamente, que los centros comerciales reemplazan el espacio público, cuando en realidad estos son espacios privados y no están hechos sino para que sus visitantes dejen el dinero.   

Una ciudad que no tiene pulmones internos, sino que cada vez es más parecido a una selva de cemento, es porque sus gobernantes aplican la eutanasia generalizada, al no dejar espacios de oxigenación para que limpien la polución que genera el “desarrollo”. Además, deben ser consecuentes con el lugar amazónico donde crece la ciudad.

Una ciudad que abandona sus ríos y cree que con quiméricos llamados a la conciencia van a cambiar la ecuación de contaminación, poco futuro le espera. La educación permanente, el respeto, la disciplina y en últimas la sanción para que todos los pobladores acojan con respeto generalizado su entorno natural debe ser una de las banderas que primen en cualquier administración pública hoy.

Una ciudad que margina a las culturas ancestrales y les deja que poco a poco mueran en los cinturones de miseria, es porque valora más que estén en un museo que en la realidad. No hay que invitarles solamente a que expongan su riqueza cultural en las fiestas del pueblo, hay que invertir en su recuperación y sostenimiento de manera digna, no como una limosna sino como un derecho de los y las propietarias históricas de las tierras, bosques y aguas que ahora ya no les pertenecen, por la ocupación que se hizo de ellas.

Una ciudad que en los niveles de educación está entre las últimas del país, tanto en el campo de la educación media o universitaria, es porque no tiene visión de futuro y están robando la esperanza a las nuevas generaciones y el futuro de la región. De esa manera los condicionan para que sigan viviendo del favor del político-a de turno, sin que puedan emanciparse. La educación caqueteña es una fábrica de pobres, sumisos y marginales.

Una ciudad que no ha trabajado procesos educativos para cambiar la herencia del narcotráfico de transformar esa “cultura del atajo” y la “cultura del más vivo” es porque las administradoras y administradores históricos de instituciones públicas están cómodos con lo que hay, ya que generan expectativas en las nuevas generaciones que saben que solo tendrán éxito para mezquinos intereses.

Una ciudad que no se preocupa por lo que pasa en su única institución pública de educación superior, donde se forman sus hijos y ven que estos cada vez son más parias en la nación, es porque la amnesia es grande y en proceso de seguir creciendo. No se dan cuenta que se están hurtando el futuro, pues serán los y las profesionales que estarán al frente de los cargos públicos.

Una ciudad que no piensa en crear procesos culturales que afiancen los pocos eslabones de música, teatro, poesía o cualquier expresión artística es porque no tiene ninguna intención de cambiar hacia el mañana. Todo indica que la estrategia es mantener la miseria cultural, porque permite mantener el statu quo y da réditos para la manipulación.

Una ciudad que no ha tenido políticas públicas inteligentes, es porque sus políticos-as no son los mejores, y si no párense un poco y vean a su alrededor. Por ejemplo, la última gran obra ha sido la cárcel Las Heliconias, bonita planta que la toman para darle nombre al lugar de castigo que crea la sociedad para quienes infringen sus normas.

Una ciudad que no ha tenido mala suerte, sino malas y malos administradores de lo público, pues como dijera un zar anticorrupción hace algún tiempo en una visita a Florencia, aquí hay mucha corrupción y pocos corruptos, requiere pasar de manera urgente por el quirófano, no para hacerle solamente una operación de estética, sino ante todo ética. 

Y cuando digo ciudad, no me refiero a sus calles, ni a sus edificaciones, ríos, montes, etc. Me refiero a aquellas y aquellos que han estado y están en la administración pública dirigiendo los destinos de Florencia que en sus discursos dicen quererla, pero que la realidad muestra otra cosa.

Aquí señores y señoras hay hombres y mujeres responsables, con nombre y apellidos propios. Si tienen un poco de aprecio por las nuevas generaciones, incluidas sus propias familias, deben tener la dignidad de asumir lo que les corresponde y no esconderse en artimañas o disculpas, simplemente no seguir siendo candidatos o candidatas a las corporaciones públicas, pues son responsables por acción u omisión. Si usted, es responsable, hágale un favor a la sociedad, a su familia y a las futuras generaciones y apártese de la vida política.

Y como seguramente esto último no va a suceder. Invito a la gente a que no haga conejo, tampoco a comerse un tamal envenenado como dijera en una visita al Tolima la Premio Nobel de Paz Rigoberta Menchú, si no a votar en consciencia por las nuevas propuestas que sean alternativas, no tradicionales, que no estén ancladas en los extremos. Que sean democráticas y libres, para que así quienes salgan elegidos y elegidas tengan la posibilidad de administrar sin condicionamientos.

Político o política que llegue a la alcaldía de Florencia, haga un trato en el marco de un “contrato social amazónico” que le permita a la ciudad y a sus habitantes salir de la postración a la que ha estado sometida por propios-as y extraños-as, empiece por un baño moral y ético en la quebrada La Perdiz, para que parta la historia de la ciudad y se inicie una “nueva era”, la de Florencia Florece.

Una sociedad civil fuerte da un gobierno fuerte. Así que la principal oposición debe provenir de la propia ciudadanía, que organizada y pacíficamente exija lo que corresponde, una ciudad moderna, con servicios públicos de calidad y con oportunidades laborales dignas para todos y todas. Recuerde que lo que no funciona en lo público, fundamentalmente es por culpa de la administración de turno, ya que ella tiene todas las herramientas.

Para cambiar una situación histórica nefasta como la que tiene Florencia se requiere autoestima, valor civil, decisión e inteligencia. En sus cabezas ciudadanos y ciudadanas está parte del cambio el próximo 25 de octubre.

Con sentimiento de florenciano,

Fernando Cruz Artunduaga - fernandocruza@yahoo.com
19 de octubre de 2015

2 comentarios:

  1. Muy buen análisis de la realidad y el compromiso histórico de la ciudadanía con la querida FLORENCIA; Fernando es interesante la manera retrospectiva de tu análisis y los efectos contraproducentes de las administraciones públicas de la ciudad, solo agregaría un poco más la nefasta explotación de los recursos naturales y minería ilegal que contamina los afluentes del caquetá y también el daño irreparable de la expansión en la ganadería como actividad económica exclusiva y sin métodos alternativos de recuperación de los daños ocasionados por está actividad creciente en el departamento.

    Muy interesante y acertado en esta época electoral, para que los ajados electores acostumbrados a las ruines practicas políticas de antaño, salden su deuda histórica con las nuevas generaciones sufragando de manera consiente y exigiendo sus derechos correctamente.

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