Miravalle. Desolación por desplazamiento forzado (20AGO2024)
Papá, yo quiero irme a vivir a mi mundo real, en mi casita real, con mis amigos…
Palabras de un niño desplazado del aETCR de Miravalle.
En el Acuerdo de Paz del 2016, firmado entre el Gobierno de Colombia y las antiguas guerrillas de las FARC-EP, se diseñaron para el proceso de reincorporación de los miembros de esa insurgencia unos lugares que se llamaron Zonas Veredales Transitorias de Normalización, las cuales pasaron a llamarse posteriormente Espacios Territoriales de Capacitación y Reincorporación (ETCR). La dinámica del proceso fue cambiando y esos lugares que se habían pensado como temporales se han ido afianzando en pequeños centros poblados, varios están a la espera de ser reconocidos administrativamente en los municipios donde están ubicados.
Los antiguos ETCR han convocado las miradas de propios y extraños a los territorios donde están ubicados, muchos de los cuales eran desconocidos para la Colombia del centro. Es así como ha sido posible conocer paisajes y ser aprovechados por parte de las propias comunidades mediante distintos procesos; convirtiéndose, pese a muchas dificultades, en lugares donde se han ido consolidando expectativas de la implementación del Acuerdo de Paz del 2016 y las transformaciones territoriales. Sin embargo, la reactivación de algunas acciones del conflicto armado, han traído como consecuencia amenazas sobre la integridad de pobladores de varios antiguos ETCR, conllevando a desplazamientos forzados “programados” de quienes allí habitan. El último suceso de desplazamiento aconteció el 20 de agosto pasado, recayó sobre la gente de Miravalle en El Pato, municipio de San Vicente del Caguán – Caquetá.
Acciones de este tipo, en contra de lo avanzado en el Acuerdo de Paz del 2016, son incomprensibles, en un país cansado de tanta violencia y donde la inmensa mayoría quiere pasar página de la larga, dolorosa y oscura noche en la que millones de personas han padecido sus consecuencias de manera directa en sus continentes corporales.
Una persona reincorporada expresó en una reunión cómo uno de sus hijos le dijo que quería vivir en su mundo real, con sus amigos. Una aspiración básica de un pequeño, el habitar donde ha dado sus primeros pasos y jugar con sus vecinos en los alrededores de su hogar. En este caso, ya no es posible. Por supuesto, tampoco lo es para esos padres y madres firmantes del acuerdo de paz que quieren rehacer sus vidas, emprender iniciativas laborales y vivir con su gente. Salir desplazado de manera forzada es volver al pasado y reiniciar el desarraigo.
En la coyuntura actual del país, con apertura a negociaciones de paz, es insensato que actores que siguen en armas continúen con amenazas para forzar el desplazamiento de pobladores de los territorios, incluidos los que habitan quienes han tomado el camino de la palabra para controvertir y transformar. Asimismo, que una parte de la sociedad que nunca estuvo en armas tomen posición de venganza y justifiquen este tipo de actuaciones con discursos de odio como “bien hecho que les pase eso” o “que sufran como hicieron sufrir", refiriéndose a los firmantes del acuerdo de paz, cuando el camino debe ser el de transitar hacia un escenario de convivencia en democracia.
En ese sentido, desde la universidad pública colombiana, hemos venido expresando nuestra solidaridad con todas las víctimas del conflicto armado y convocamos a que no se siga con esa espiral de la violencia. También, la disposición a acompañar procesos formativos en distintos campos del conocimiento en los territorios. Igualmente, la disposición para generar puentes de comunicación y poner a disposición los campus universitarios como espacios para el crecimiento humano, pues la formación y el diálogo son fundamentales para mejorar las condiciones de las personas que han dejado las armas y sus entornos sociales.
Hay muchas cosas por construir entre todos y todas. Por eso, invitamos a quienes siguen con armas en las manos y en sus cabezas a que las depongan, y se encaminen en la vía del respeto por la integridad del otro, de la otra. De tal manera que se puedan escalar los peldaños democráticos que impidan que se sigan abriendo más heridas que profundizan dolores y desesperanzas. Por el contrario, seguir la lucha pacífica para alcanzar la meta de una vida con justicia social.
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