lunes, 18 de junio de 2012

De Oxford a Malabo

Hace unas semanas pude estar en dos ciudades muy distintas, en un intervalo corto de tiempo, esto me ha llevado a algunas reflexiones sobre el ser  y el tener.

Oxford (Inglaterra) alberga la Universidad más antigua del mundo anglófono. Podría definirla como “ciudad universidad”, es decir, no encontramos un claustro universitario que lleve su nombre propiamente, sino una suma de “colleges”, los cuales tienen académicos, quienes ofrecen clases o conferencias, no solamente a los alumnos de su claustro, sino a los de otros colleges que quieran asistir a escucharles y participar de sus ponencias académicas.

En la ciudad universitaria de Oxford se vive un ambiente académico constante, cruzado por jóvenes estudiantes y profesores en bicicleta que van de un lugar a otro, para estudiar o para intercambiar ideas. Quizás, podría deducir, de manera arriesgada, que el reto que se plantea a quienes asisten a formarse allí; va en la vía del ser, para llegar al tener.

Malabo (Fernando Poo, cuando estuvo invadida por los portugueses y Santa Isabel cuando estuvieron allí los españoles), es la capital de Guinea Ecuatorial, una ciudad bulliciosa que crece rodeada de un verde impresionante (aunque con una deforestación vergonzosa, especialmente contra las ceibas, el árbol nacional que aparece en sus símbolos). La gente vive el día a día con alegría, siempre luchando por sobrevivir en medio de la abundancia que produce su subsuelo: petróleo y gas natural.

Guinea Ecuatorial se liberó de España en 1968. Esa autonomía, entregó un país nuevo, apenas en formación. Tiene un gobierno elegido mediante comicios, al modelo de las democracias de occidente. El Partido Democrático de Guinea Ecuatorial (PDGE), en cabeza de Teodoro Obiang, ejerce un poder que teme a todas las formas de diferencia; quizás porque para sostenerse en el poder utiliza lo peor de lo que aprendieron en la época colonial.

Hoy es común ver gentes de muchas partes del mundo ir por las calles de la ciudad, pero especialmente de China y los Estados Unidos. Han venido por los recursos del subsuelo y por la madera. A las gentes del país sólo les quedan las migajas y la corrupción que desata la disputa de las regalías entre los grupos de poder locales. Con el dinero de las regalías se contratan obras que no se corresponden con las necesidades insatisfechas de la población. Sipopo y Malabo 2 son verdaderos monumentos al despilfarro con fachada de modernización. Sipopo se construyó durante dos años para la cumbre de África que duró cuatro días. Esté complejo tiene 52 mansiones para igual número de presidentes africanos, varios hoteles, el mejor hospital del país, un palacio de congresos y otras expresiones de la vanidad y el mal gusto. Pero Sipopo es hoy un espacio de fantasmagoría. ¡Nadie habita allí! Es evidente que se vive en el engaño porque se pone la apariencia sobre la esencia, la vanidad sobre la necesidad y el tener sobre el ser. Guinea Ecuatorial vive el mismo capítulo que atraviesan o han atravesado algunos países latinoamericanos.

En un artículo de Moisés Naím, titulado “El Excremento del Diablo”, publicado en el año  2009, en El País, de España, este autor retomaba unas palabras del venezolano Juan Pérez Alfonzo, fundador de la OPEP: “El petróleo no es oro negro; es el excremento del diablo”. Continua Naím, en los países afectados por la maldición, los beneficios del crecimiento económico se concentran en pequeños grupos políticos, militares y empresariales. Esto, a su vez, inhibe la diversificación de la economía y condena a los países a depender cada vez más de las exportaciones de su principal materia prima. En el caso del petróleo, el crecimiento que este genera no crea puestos de trabajo en proporción a su peso en la economía.

Japón lo que tiene es japoneses en abundancia y muy pocos recursos naturales. Sin embargo, es la tercera economía mundial. Eso se debe a que educó a sus gentes para recuperarse del descalabro de la Segunda Guerra Mundial. Hoy día, sin que sea la mejor referencia, si es pertinente tener la consideración de que educar a la población de un país permite afrontar los cambios culturales, científicos, tecnológicos y económicos de la mundialización, con mejor suerte que los países que no han invertido en la formación de su pueblo.

Regiones como la Amazonía, en Colombia, van en la dirección equivocada, pues pensar que los recursos naturales son la panacea para resolver los problemas socioeconómicos que se tienen, no es más que una quimera. También ocurrió algo parecido con la bonanza cocalera en los años /80, la cual al final dejó unas décadas perdidas; un daño irreparable en la cultura de ésta zona de la región; un impacto muy fuerte en el medio ambiente y el surgimiento de nuevas castas de poder regional, nuevos ricos en las élites y mucha impunidad, la cual ha servido como caldo de cultivo de la corrupción y los malos manejos en muchas de las instituciones públicas. Como ha dicho el profesor Antanas Mockus, la cultura de la vía corta, se afianzó e hizo carrera en esa época, siendo, para infortunio de la sociedad colombiana, uno de los principales modelos de actuación entre la gente.

Así que podemos escoger entre Oxford o Malabo, o quizás, aprender de las dos y construir un horizonte propio de expectativas, que la vía no es el tener para albergar bienes materiales, sino afianzar el ser, para elaborar los soportes éticos, morales, académicos y científicos para vivir dignamente. En nuestras manos, pero sobre todo en nuestra cabeza esta la decisión final.

No hay comentarios:

Publicar un comentario